Desde la perspectiva de la doctrina de fe nuevoapostólica no existen objeciones contra la transfusión de sangre o productos sanguíneos. Una transfusión no ejerce efectos sobre el alma. Por una transfusión no se trasladan cualidades espirituales ni psíquicas del donante al receptor.
Dios es un ser espiritual, perfecto, completamente independiente. Él es eterno, no tiene principio ni fin. El Dios uno es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Cuando se habla de “el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo” no se hace referencia a tres dioses, sino a tres personas que constituyen el Dios uno.
Todo portador de ministerio está sujeto al deber de guardar secreto. Incluye toda la información y los procesos que se le confían en el marco de sus actividades en la Iglesia o la asistencia espiritual. El deber de guardar secreto es ilimitado en el tiempo y continúa aplicándose incluso después de la finalización de la actividad ministerial.